
Viernes, 7 p.m. Desperté de una profunda siesta, caminé con los ojos cerrados a la ducha, sin saber la razón introduje mi cuerpo en ella. Mientras abría los ojos no reconocía la forma de mi cuerpo…en ese preciso momento me percaté que mi profunda siesta había sido un baño de rejuvenecimiento.
Me cambié, me puse un vestido rojo, me maquillé, había perdido la memoria. Mi mente no recordaba el lugar al cual me dirigía, mi cuerpo tenía vida propia. Con los labios completamente rojos escarlata y con las mejillas llenas de rubor palorosa baje del taxi. Entré a un bar, un bar que irónicamente me resultaba familiar, todos me saludaban…era vistosamente popular.
De pronto un hombre cuarentón, bastante atractivo y con la señal de que su billetera era ampliamente rimbombante me miró… ordenó al mozo servirme un Apple Martini… yo sonreí seductoramente, como quien conoce exactamente lo que hace. Cómo si mi trabajo fuera seducirlo, sabía lo que el quería y yo se lo iba a otorgar. En mi cuerpo recorrían las ganas de tenerlo entre mis brazos, de hacerlo feliz, de lograr que olvidará su sombrío día. Yo era su bebida purificante, aquella bebida que nadie podía dejar de probar.
Bastaron solo 2 segundos para que ese cuarentón atractivo me acechara, se acercó, me mostró su billetera…señaló las escaleras…las miré…conducían a una habitación de color rojo y negro.
En ese preciso momento, reaccioné era una PUTA, vendía mi cuerpo, una puta de aquellas, la más solicitada por aquellos cuarentones casados deseosos de placer. ME QUEDÉ MUDA, sin saber qué hacer, me paré, caminé a la barra, volví a sentarme.
CERRÉ LOS OJOS.
DESPERTÉ…..
TODO ERA UN SUEÑO…
Todo fue un sueño, un sueño disfrazado de realidad, al despertar en la madrugada no podía borrar de mi mente aquellas imágenes…NO soy una puta. Creo firmemente en el amor, ¿habré despertado mis más bajos instintos?