jueves, 29 de abril de 2010

Y se llama B....


Hola, Te conozco de algún lado. Fueron las primeras palabras que pronunciaron sus labios. Su acento y sus ojos marrones como las hojas que caen en el invierno dejaban entrever que no era de aquí ni de allá.


Agarró una silla y se sentó a mi lado. Bastaron 2 minutos para que mi corazón no parara de palpitar al ritmo de los motores de un tranvía, mi respiración agitada, sus ojos me intimidaban y sus manos anunciaban una noche perfecta.


Me dijo que era de Israel, que viajaba por el mundo hace 5 años, que su viaje inicio con una maleta cargada de expectativas y con los bolsillos repletos de sus ahorros, me contó que no hizo servicio militar y que le encanta el Perú.


Él no me conocía, me había visto la noche anterior en ese bar perdido de un pueblito veraniego, pero no habíamos cruzado una oración completa, tal vez si un hola. Fue un día después, un domingo soleado el día que me perdí en sus ojos marrones.


Sus manos anunciaban que era músico, roce sus palmas y acaricie las huellas ásperas de un hombre perfeccionista con su cuerpo. Él no disimuló ni un segundo que estaba interesado en mí, después de media hora cogió mi mano y me preguntó la fecha de mi nacimiento, para lo cual, atinó a contestar que nací un domingo. ¿Y cómo lo supo?, tal vez las matemáticas o tal vez nos conocíamos de siempre. Para evitar mi desconfianza a su instinto petrificador, sacó un celular y busco la fecha, y sí, era la correcta, nací un domingo 29 de julio.


Su apellido era tan difícil como un trabalenguas, pero no demoré en aprendérmelo.


Conté los surcos de su rostro, memorice su mirada y recorrí su memoria.


Conversamos esa noche por largas horas y la noche siguiente también. Y fue por él que fue difícil dejar mis vacaciones, fue por él que hoy sonrió nuevamente.


Imagenes: Tomadas por mí en Montañita - Ecuador

lunes, 12 de abril de 2010

Sueños de otoño


Transpiraciones

Respiraciones agitadas

El reloj marca las 03.00 horas

El ruido del vaivén de las cortinas

Mientras el aire otoñal hace su ingreso en la habitación

Me despierto…

Era solo una pesadilla

Soñé que estaba sola nuevamente …

Desde mi cielo

Eran las cuatro de la tarde de un sábado, salía de almorzar y paseando por las calles de Miraflores, mis ojos extraviados por el día soleado se percataron de pequeñas sombras que adornaban aquel cielo particularmente despejado.

Mi corazón palpitaba y mis ojos desubicados trataban de encontrar la respuesta, fue cuando en ese preciso momento las sombras aterrizaron.

Mis manos temblaban pero decidida Fernando y yo dejamos nuestras cosas en la esquina de la caseta de información nos pusimos la mochila de vuelo y nos elevamos al cielo como globos de helio.

Mis piernas dejaron el suelo y me perdí entre las nubes y el reflejo del sol en el mar, fue como caminar entre mis sueños, deje los recuerdos y las angustias en aquel parque miraflorino que sirve de pista de aterrizaje.

Mi mente se aclaró y fue así como encontré las respuestas a mis preguntas sin la ansiedad desbordante de hace unos meses atrás.

La libertad tocó a mi puerta un sábado por la tarde ...