lunes, 14 de diciembre de 2009

Lo conocí un viernes de noviembre

Era un viernes de noviembre, un día cualquiera, el clima indeciso nos auguraba el final de la primavera y el comienzo de un verano particular. Sin mucho sol y bajo las mismas nubes plomizas de todos los días, prendí mi auto, la rutina matutina me instruía a manejar hasta mi oficina por las calles atiborradas de autos, motos y combis. Como de costumbre mientras manejaba rizaba mis pestañas y me untaba el rubor a mis abultadas mejillas.

Estaba cansada, el día anterior había estado un par de horas en el gimnasio intentado “estar en forma” para este verano que cada día se acerca más. Sin embargo, desde la mañana había decido no ir en la noche de ese viernes, quería dormir, ver tele y descansar.

Durante la mañana llegaron unos correos y contesté algunas llamadas, las cuales no fueron relacionadas a mis labores diarias sino que eran pliegos interrogatorios respecto a los planes para la noche, todos asumían que como todos los viernes teníamos que hacer algo especial.

Decidí contestar algunos correos con comentarios generales, con un clásico: “Ya se ve” o con “Hablamos en la noches y decidimos los planes”. Todo era una ilusión, no tenía ganas de salir y si al final decidía por algún plan fiestero debía escaparme a la casa de mi primo y saludarlo por su cumpleaños.

Pasaron las horas y seguía cansada, marcaron las 7 p.m., el día estaba a punto de terminar y no había llamado a mi primo a saludarlo. Marqué su número, lo saludé efusivamente y al final me convenció en ir por unas horas a su casa. A pesar de mi desgano y cansancio, me puse las botas y salí, no me arreglé como de costumbre, no me eché brillo, no me rizé nuevamente las pestañas.

Abrí la puerta de la casa de mi primo y estaba repleta de personas en un estado avanzado de diversión, saludé a algunos y me senté en el sofá rojo al costado de mis primas. Fue al costado de aquel sofá rojo donde lo volví a ver, no era la primera vez que veía sus ojos marrones grandes, él se acercó me ofreció tomar algo, me preparó un chilcano, la verdad que no tan bueno, pero eso fue lo de menos, conversamos durante toda la noche.

Cada dos minutos me reía a carcajadas, cada dos minutos me acomodaba el cabello y sentía que coqueteaba sin quererlo, lo miraba y de ahí miraba al suelo, ese nerviosismo adolescente se me desbordaba. Fue una increíble compañía, la perfecta para esa noche y para todas las demás, felizmente que no me quedé en mi casa ese viernes por la noche, felizmente me peiné esa noche, tuve suerte, esa noche salieron mas estrellas que de costumbre.

2 comentarios:

La ChOLa dijo...

Es increíble (cada vez que me ha sucedido no he dejado de sorpredenerme) como uno puede llegar a conectarse con alguien el mismo dia que lo conoce y llegar a tener tanta confianza con esa persona conociendolo(a) solo unos meses.... es muy difícil encontrar ese tipo de conexión, ese match, ese "click"(no solo de parejas sino también de amigos)... He aprendido que es un "must" no dejarlos pasar....

Excelente post.

Catalina dijo...

Es cierto! pero a veces el destino las aleja y tu quieres que se quede pero actuas de una determinada manera increiblemente contraria! a veces sucede ahora el ya no esta aqui y esta con otra.