
Empezaron los correos inundados de eufemismos sexuales vinculados con la idea sosegada de ir a la cama de nuevo…
Fueron dos, tres o tal vez cuatro las veces que ellos compartieron una cama, todas las veces alquilada solamente por algunas horas. Esas 18 o 19 horas para “Ella” fueron como si se parará un reloj de arena por 365 días en mitad de un oasis.
Aquel sábado la habitación estaba impregnada de olores roídos de pasión contenida, el viento penetraba por la ventana una y otra vez mientras que sus cuerpos bañados en sudor no cesaban en su movimiento.“Él” recorrió sus colinas y sus valles como si fuera el conquistador de nuevas islas; “Ella” solo gemía de placer.
Liberaron sus más oscuros deseos, aquellos deseos mundanos, aquellos contenidos por relaciones pasadas plagadas de limitaciones.
Sus cuerpos se perdían entre las estrellas fugaces de un cielo diáfano. Toda esta historia se estaba convirtiendo en un cometa resplandeciente deseoso de placer.
Luego de aquel voraz encuentro sexual, sus cuerpos cayeron uno junto al otro en aquel lecho alquilado. Mientras sus pensamientos pululaban entre horizontes lejanos, una llamada al celular de “Ella” detuvo esa imagen histriónica como un trueno en medio de la nada.
“Ella” colgó el teléfono, lo abrazó, eran la 1 a.m., “Él” no preguntó quién era, y así se quedaron conversando, como si hubieran salido a tomar un café, de lo excitante que resultó ese encuentro, de sus placeres mundanos y de que el lunes“Ella” tenía un día complicado en el trabajo, así de simple.
Ni “El” quiso tirarla por la ventana como un juguete sexual ni “Ella” quiso desaparecer al instante porque no podía con la vergüenza contenida, NO, esa madrugada terminó a las 5 a.m. luego de un par de orgasmos y una interesante conversación.
Esta historia aún no tiene final … no se si la continuaré … pero creo que por el momento queda aquí.