domingo, 31 de enero de 2010

Las aventuras de Catalina Parte III: Conversaciones en el ascensor

Pasaron los años y Catalina se convertía en una mujer segura de sí misma, sin darse cuenta dejó atrás las medias de blondas y las bombachas. Con los años transcurrieron los hombres, al principio no eran hombres per se sino solo adolescentes intentando ser hombres, luego vinieron las relaciones esporádicas y temporales, los hombres complicados, los que se enamoraban ella, los que se obsesionaron con ella o tal vez con la idea de su apasionada y libre compañía.

Después de su relación con Francisco, su estabilidad emocional había quedado resquebrajada, pero solo necesito unos cuantos meses para poder recuperarse y cerrar algunas heridas. Estaba convencida en que el amor no tocaría su puerta por cierto tiempo.

Sin planificarlo llegó Rafael, mayor que ella por 5 años, Administrador de profesión, quien trabajaba en el piso de arriba del edificio donde se encontraba su oficina.

Todas las mañanas estacionaba su auto en el sótano del edificio y Rafael llegaba justo después de ella. Todo se convirtió en una costumbre, usualmente a alrededor de las 8.50 de la mañana, Catalina apagaba el motor de su auto y se dirigía a los ascensores, cuando se disponía a apretar el número 5, escuchaba el portazo de un carro y siempre era Rafael, ella amablemente presionaba el botón de “Puertas Abiertas” para que el ascensor esperase la entrada de Rafael. Él aparecía agitado la mayoría de las veces, con la corbata en la mano izquierda y el blackberry en la mano derecha, entraba al ascensor, alzaba la mirada y con esos ojos marrones brillantes miraba fijamente a Catalina, quien a esa hora de la mañana siempre tenía el cabello mojado.

La escena continuaba con un Hola, gracias por esperarme. Catalina sonreía, con esa sonrisa ligera y de lado que caracterizaba su lado coqueto y nervioso. Así pasaron 2 meses, sus encuentros pasaron de ser circunstanciales y eventuales a programados, Catalina programaba su despertador para que ese encuentro tan esperado de las mañanas se convierta en una cita, hubieron ocasiones en las cuales, Rafael llegaba antes y era él quien mantenía las puertas abiertas para esperar a Catalina.

Catalina no podía evitar cerrar los ojos y respirar profundamente cada vez que Rafael entraba en el ascensor, con el único objetivo que su nariz pueda absorber la fragancia que emanaba del cuerpo de Rafael, quería reconocer el perfume que usaba para comprarlo y olerlo por las noches.

Luego de esos dos meses, no habían cruzado más que un Hola, un Hoy hace calor hoy, y un Trabajas en el piso 5, ¿cierto?, Catalina no iba a agregar datos adicionales a las respuestas concretas de esas preguntas, a pesar de la seguridad que proyectaba, no era capaz de ser coqueta y liberal con alguien del que poco o nada conocía. Hasta que un jueves, Catalina no programó el despertador y llegó tarde a su oficina, alborotada y con los cabellos más húmedos que de costumbre, estacionó su auto, corrió al ascensor y no estaba Rafael esperando.

Al día siguiente, llegó a la hora de costumbre y se encontró con Rafael, él la miró y le dijo:

- - Ayer no nos encontramos.

- - Sí ayer me levanté tarde, respondió ella.

- - Ah, por eso no nos cruzamos en la mañana. Te llamas Catalina, no?, le preguntó Rafael.

- - A lo que Catalina sorprendida respondió: Sí, ese es mi nombre. Acto seguido preguntó cuál era el nombre de su compañero matutino, ella sintió que habían conversado más de media hora, pero eso era imposible, el trayecto del sótano al piso 5 no era más largo de 5 minutos. Luego de esa pequeña introducción, se despidieron, pero antes que bajará Catalina volteó y le preguntó: ¿Tienes planes de almuerzo?

- - Rafael con una sonrisa, respondió: No, ¿no quieres que almorcemos juntos?

Y así tuvieron su primera salida, fue casual, hablaron de sus trabajos y de cuando en vez coqueteaban, hablaron de sus encuentros matutinos, de su rutina diaria y de que él la encontraba muy guapa.

Los encuentros ya no solo eran matutinos sino que también nocturnos, empezaron a cruzarse al término de su jornada laboral, cómo no vivían tan lejos empezaron a turnarse y compartir la ruta, a veces él la recogía, a veces ella lo dejaba y pasaba por él en las mañanas.

Hasta que un día quedaron en tomar unos tragos, la conversación fluía, se besaron y terminaron en el departamento de Rafael. Catalina recogió su ropa, se cambió y aprovecho que Rafael había ido al baño para marcharse de aquel lugar. Mientras manejaba a su casa, recordaba los momentos que Rafael había recorrido su cuerpo, se preguntaba el por qué había salido como una fugitiva del departamento de Rafael, qué le iba a decir mañana por la mañana, qué iba a suceder desde ahora.

Al día siguiente Catalina se levantando más temprano que de costumbre con el solo objetivo de no cruzarse con Rafael. Decidió trabajar un poco más para evitar encontrarlo al término del día.

Eran las 8 y media de la noche, Catalina presumía que Rafael ya había salido de la oficina, bajo por las escaleras, no solo por precaución, sino porque necesitaba un poco de aire para seguir meditando lo que había sucedido la noche anterior. Se dirigió a su auto y ahí al costado estaba parado Rafael, Catalina sorprendida no supo qué decir ni qué hacer, retrocedió un paso y sin decir nada, Rafael se acercó hacia ella y le dio un beso. Con ese beso, Catalina recordó el calor que había sentido su cuerpo la noche anterior, él la miró y le dijo: ¿Qué paso?, porque te fuiste de mi casa sin despedirte. Catalina inventó una mala excusa para salir de esa incómoda escena, lo abrazó y se subieron al auto de Rafael. Durante el trayecto, todo era como de costumbre, conversaron del día que había transcurrido y de lo grandiosa de la velada de la noche anterior.

Antes que Catalina entrará a su casa, Rafael le dijo, Cata mañana paso por ti a la hora de siempre. Y disparó como en cámara lenta un beso al viento.


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jueves, 21 de enero de 2010

Con una llamada










Tus ojos cerrados

Una respiración agitada

Tú en la cama y ella sentada

Las sábanas en el piso

La ventana semiabierta

El aire en tus cabellos

Ella mirándote

Sonó el telefóno

Era yo.

domingo, 10 de enero de 2010

Todo inicio es mejor

Mientras recorría entre sus aguas, me olvidé de mi pasado, no recordaba el día y la hora y no atinaba a reconocer a mis acompañantes.

Únicamente me encontraba sumergida y confundida por la majestuosidad de la misteriosa vegetación.

Aquel atardecer me anunciaba no solo el inicio de un nuevo año sino el descubrimiento de una nueva persona. Definitivamente no soy la misma que salió de Lima, regreso inundada de nuevos retos, de reconocerme después de comprender mis errores sentada en una hamaca polvorienta y solitaria.

Volví a imaginarme su rostro, sin embargo, las aguas de aquel caudaloso río se llevó mis recuerdos, esperando que no vuelvan más.

Aquella serenidad me invadió y conquistó, me enamoré de nuevo de la soledad y de mi catarsis.

Tropecé y me hundí en aquel lodo pantanoso, escuché el silencio…

Encontré un murciélago y conversé con una tarántula negra y finalmente aquellas aves me guiaron el camino de regreso… fui exactamente en de regreso, en ese mismo lugar donde recordé mi nombre y mi pasado.