domingo, 1 de agosto de 2010

Tercera Parte: Un día cualquiera, un cumpleaños más

En La Paz, Catalina había perdido la noción del tiempo. Decidió entrar a una cabina de internet con la finalidad de escribir a Miguel, su padre y a Carlos y María Fernanda, sus mejores amigos. Ingresó a su cuenta de correo y se dio cuenta que era 7 de mayo de 2010 y que el día de mañana cumpliría 28 años de edad.

Joaquín la esperaba a las afueras de la cabina de internet.

Catalina salió sin decir palabra alguna. Cogió sus guantes de lana, aquellos que había adquirido días atrás de una señora llamada María Elena, quién tejía para mantener a sus cuatro hijos pequeños. Prendió un cigarrillo, Joaquín solamente la miraba, ni por un segundo se animó a preguntar qué era lo que había sucedido ni el porqué Catalina tenía la mirada más perdida que nunca.

Catalina caminó un par de metros, tomó unas monedas y las introdujo en el único teléfono disponible en aquella plazuela boliviana. El sonido calcinante de las timbradas se hacía eterno.

-Hola, soy Catalina, dijo con la voz firme. Un momento, espera, Joaquín me puedes dar unos segundos – increpó Catalina a Joaquín con aquella voz alta que la caracterizaba. Tuvo que hacerlo ya que cada segundo Joaquín se acercaba más para intentar escuchar la conversación-.

- Papá, soy Catalina –continuó-.

- Estoy en La Paz y estoy camino a Argentina, aún no sé cuando regrese, probablemente cuando se me acabe el dinero -afirmó aquella niña mujer al hombre más importante en su vida, aquel que nunca la había decepcionado.

Hablaron por unos minutos y Catalina sentía como su padre la acariciaba a través del teléfono, Catalina solo sonreía. Colgó y se dirigió a Joaquín.

No hablaron, Joaquín siguió el camino que marcaba Catalina. Entraron a un bar, ubicado a pocas cuadras del Hostel. En aquel lugar se encontraron con un grupo de argentinos, compartieron algunos tragos y bailaron un poco.

Llegaron las doce y Catalina desapareció, camino a la plaza con una botella de cerveza en la mano derecha mientras que la izquierda sostenía el último cigarrillo de la noche. Se detuvo en la entrada del hotel y dijo en voz baja: “Feliz Cumpleaños Catalina”. Entró a su cuarto y se echo a dormir tal y como la noche anterior.


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